Hace ya un tiempo que vengo siguiendo de cerca el trabajo que hace Overture con su “Boom”, un avión supersónico de pasajeros, más pequeño que el Concorde pero construido con compuestos y tecnología moderna.
El vuelo supersónico es algo que, desde la baja del Concorde, quedó reservado para un grupo muy exclusivo de pilotos militares o millonarios con juguetes caros, pero para el público en general nunca fue accesible. De hecho, el Concorde tampoco por era pero considerando que, ahorrando mucho, quien quisiera podía comprar un pasaje podemos decir que era “accesible”.
Ahora bien, el proyecto de Boom es una jugada interesante pero con limitaciones, con una velocidad de Mach 1.7 (unos 2100 km/h) y unos 65 a 88 pasajeros, sólo podrá ser usado a su velocidad supersónica sobre el océano para evitar problemas con su boom sónico.
El diseño de la aeronave incluye muchas mejoras al respecto para evitar el boom tan violento que fue el mayor motivo de quejas contra el Concorde y que, considerando los estándares actuales, sería imposible que lo habilitaran para volar sobre cualquier país.
20 aviones
La apuesta de American Airlines es muy grande, un pedido de 20 aviones de un vehículo que todavía no existe, porque todavía no ha realizado su vuelo inaugural el prototipo XB-1 que está en construcción y fue presentado hace dos años.
Esto, obviamente, hace ruido considerando que Boom tiene que probar todavía que realmente pueda cumplir con las expectativas y, no sólo eso, ser económico y rentable al mismo tiempo que supersónico.
El año pasado había sido United Airlines la que había anunciado una potencial compra de 50 unidades aunque sin avanzar mucho con la idea, American, por su parte, parece más entusiasmada y además de asegurar los 20 se deja abierta la opción por 40 más.
En una época en la que está en discusión el uso excesivo de vuelos privados de lujo y el consumo energético/contaminación creada es posible que el Boom encuentre en eso un poco de mala publicidad. Su mejor herramienta deberá ser cumplir con la promesa de menor contaminación, algo difícil de obtener en un vuelo supersónico salvo que se apliquen los mejores diseños que en más de 60 años (después del vuelo inaugural del Concorde) se han podido aprender.