Desearía poder ser italohispánico para poder reemplazar en el título “cabeza” por “testa”, y haber hecho una rima espectacular. Pero no es el caso, así que es lo que hay.
Cuando tomé las clases teóricas para poder obtener mi Registro de Conductor compartían el discurso gente que iba a manejar tanto auto como motocicleta. En el caso de las motos, la profesora aclaraba que los cascos tienen “un solo uso”. Una vez que uno de ellos recibe un golpe, lo más seguro para nosotros es cambiar el casco, ya que no va a ofrecer la misma protección en el caso de un futuro golpe. Seguro habrá muchos tacaños que anteponen el dinero a su salud (nota: sin salud de nada te sirve el dinero) que los usarán dos o tres golpes, pero bueno, es decisión de ellos el querer quedar como vegetales o símil.
Es entendible sin embargo que hay veces que los golpes pueden ser leves (o puede haberse caído accidentalmente el casco), por lo que es difícil discernir cuánto daño recibió el mismo, y si está inutilizado o no. Todo lo que dije ahora aplica tanto a motocicletas, como bicicletas, por supuesto.
El instituto Fraunhofer desarrolló con ese fin un casco para bicicletas que contiene una sustancia en su interior que… bueno, apesta. El objetivo es que una vez que el casco empiece a despedir mal olor, el usuario note que ya no es tan seguro como antes, y proceda a reemplazarlo por uno que sí le ofrezca la protección necesaria. Esta tecnología será aplicada también a otros productos, como mangueras a presión, y tuberías de gas y agua (para poder descubrir a tiempo posibles fugas).
Sin dudas una forma curiosa y olorosa de descubrir cuándo algo está roto 😀 . Vía Engadget.
